Tengo un día libre (¡!) en un hotel en Lima, y estoy leyendo un libro fascinante de David Weinberger, llamado Everything is Miscellaneous: The power of the new digital disorder. En él muestra como la información digitalizada permite formas de ordenar y re-ordenar cosas, que antes tenían restricciones por razones físicas o de espacio. Nuestros sistemas antiguos de clasificación hacían referencia a objetos diversos, y cuando queríamos ordenarlos sólo podían estar en un lugar a la vez (por ejemplo, ¿cómo clasifico y dónde pongo un libro en mi biblioteca?)
Con la información digitalizada, los objetos digitales pueden asemejarse más a una simple pila de objetos que ordenamos como se nos dé la gana, o según nuestros intereses particulares (un 'ordenamiento de salida' lo llama, contrastándolo con un 'ordenamiento de entrada'). Por eso sugiere que, en principio, todo es misceláneo, porque puede pertenecer a muchas categorías simultáneamente y a ninguna en particular. Esto genera innumerabes formas en las cuales se ordenan los objetos. Un ejemplo muy fácil de entender hoy en día para quienes navegan con frecuencia en la web, es lo que pasa con los llamados 'tags'. Estas son categorías que inventa o define el usuario, a diferencia de lo que pasa con un sistema rígido de clasificación como el sistema Dewey en una biblioteca (cuyas excentricidades decimonónicas ocupan varias páginas del libro...).
El cambio, como mucho de lo que ocurre en la web, reconfigura relaciones de poder. Así como la web 2.0 es entendida como aquella en la cual el usuario es rey, de alguna forma, en algo tan básico para el ser humano como es la categorización o clasificación, el cambio es gigantesco. Toda clasificación, todo intento de ordenar, está siempre teñido de los intereses de quien lo hace. Todo orden responde a un "para qué" de su autor, un objetivo a lograr que requiere la generación de dicho orden, llámese Linneo, Dewey, Mendeleyev, o el editor de turno de una enciclopedia. Hoy, un usuario realizando una búsqueda en Amazon o Google o donde sea, encontrará resultados que son productos de esquemas mucho menos rígidos, y en muchos casos podrá fijar los parámetros de su búsqueda de forma que se ajusten mucho mejor a sus intereses.
El orden en los sistema antiguos, dadas la limitaciones ya mencionadas, se transformaba en árboles de órdenes, sub-órdenes, sub-sub órdenes, y así por delante. El sistema era uno de categorías que se anidaban en otras como muñecas rusas, y en la cual las cosas (porque la realidad física así lo exige) tenían que estar en un lugar o en otro, pero no en ambos.
Pero la clasificación es siempre una forma de simplificar el mundo para poder entenderlo, reduciendo su complejidad, no un reflejo del mundo en sí. En buena medida, generamos un mundo al imponerle nuestras clasificaciones, como señalaba Kant. Las divisiones tampoco son enteramente arbitrarias. El autor cita a Umberto Eco, quien señala que hay muchas formas de entender los cortes de un vacuno, pero no hay ninguno que sugiera cortarlo de forma tal de presentar en un solo corte la cola y el hocico. Hay un libro muy interesante de George Lakoff respecto a la variabilidad y a los límites de la categorización, que se llama Women, Fire and Dangerous Things (¿Quién puede resistirse a comprarlo con ese título ...?)
No he llegado aún a comentarios sobre lo efectos de esto sobre la educación, que quedarán para una próxima...
21-9 En el blog de Fernando Flores acabo de ver una referencia a un artículo publicado en El País que describe el libro en más detalle
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